MARTES 16 DE SEPTIEMBRE, 13.45 HS. – ENTRADA LIBRE Y GRATUITA
BASÍLICA DE NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED
Arquitectos: Giovanni Andrea Bianchi y Giovanni Battista Prímoli.
Órgano Alemán Walcker de 1897.
Órgano: Luis Caparra (Premio Konex 2009 y 2019)
Richard Wagner (1813-1883)
Obertura de “Los Maestros Cantores de Núremberg”
Johann Sebastian Bach (1685-1750)
Adagio en Re menor, BWV. 974
Georg Friedrich Händel (1685-1759)
Llegada de la Reina de Saba del Oratorio Salomón, HWV. 67
Johann Pachelbel (1653-1706)
Canon en Re mayor para órgano
Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791)
Pequeña Serenata Nocturna en Sol mayor, K. 525. Allegro
Carl Philipp Emanuel Bach (1714-1788)
Adagio para órgano en Re menor H. 352
Ludwig van Beethoven (1770-1827)
Sinfonía N°5 en Do menor, Op. 67: Allegro con brío
Franz Peter Schubert (1797-1828)
Ave María
Felix Mendelssohn (1809-1847)
Allegro en Si bemol mayor, MWV W47
Johannes Brahms (1833-1897)
Preludio en Sol menor, WoO 10
Richard Wagner (1813-1883)
Coro de Peregrinos de “Tannhäuser”
Johann Sebastian Bach (1685-1750)
Toccata y Fuga en Re menor, BWV. 565
Órgano Walcker – Op. 774 – Ludwigsburg, Alemania – Año de Construcción 1897
Este instrumento fue adquirido en 1897 a la firma WALCKER (opus N° 774), de Alemania, y donado por Máxima Rubio de Urioste para su instalación en la Basílica de Nuestra Señora de la Merced. Al llegar al país se procedió a su armado y se inauguró junto con la finalización del nuevo templo que sustituyó a la construcción anterior. Hasta 1915 fue el instrumento más importante y valioso de la ciudad.
Su actual estado de mantenimiento y restauración conserva el sistema tubular neumático original y ofrece una rica gama tímbrica, característica de la tradición germana del siglo XIX y del estilo de su época. Consta de tres teclados manuales, pedalera y 40 registros sonoros, con un total de 2.600 tubos de metal (estaño y plomo) y de madera. Está alimentado por dos motores que proveen aire a los fuelles.
El 19 de agosto de 1904, en este instrumento brindó un concierto con obras propias el célebre compositor Camille Saint-Saëns. Años más tarde lo hizo también el compositor italiano Pietro Mascagni. Entre los organistas argentinos más destacados que lo interpretaron figuran Julio Perceval, Héctor Zeoli y Adelma Gómez.
Muros, techos y pisos llenos de historias y mensajes
Podría decirse: ¡qué bien maridan la buena arquitectura con la más exquisita música! De esta mágica conexión da cuenta el recorrido que eligió la Fundación Konex para celebrar su Festival de Música Clásica, donde la música de grandes compositores alemanes dialoga con edificios de Buenos Aires.
Los encuentros empezaron con Mozart y Wagner en el majestuoso Salón Dorado del Teatro Colón; luego, la gala de violín y cuerdas en el Salón Jacarandá de la Torre YPF -una de las obras que nuestro admirado César Pelli, Konex de Brillante 2012, dejó en Buenos Aires- y el concierto de violín y cuerdas en el restaurado Salón de Actos de la monumental Facultad de Derecho.
Ahora, la escala en este fantástico recorrido es en la Basílica Nuestra Señora de la Merced y sin duda nuestro instrumento fetiche será su órgano. En los próximos encuentros vendrán la Biblioteca Nacional, la Embajada de Alemania, el Banco Nación y, para cerrar el ciclo, nuevamente la Facultad de Derecho.
La Basílica es uno de los templos católicos más antiguos de la Ciudad. Sus muros condesan una frondosa historia.
Todo empezó allá por la Colonia, cuando en 1580 Juan de Garay fundó Buenos Aires y repartió tierras. A los dominicos les concedió estos terrenos entre las actuales calles Reconquista, Perón, Sarmiento y la Avenida Alem, donde por entonces llegaba el río.
Poco después, llegaron los padres mercedarios, se hicieron cargo de este solar y aquí construyeron en 1603 una pequeña y precaria iglesia de adobe y un convento. Para la segunda década del 1700 deciden reemplazarla por un edificio definitivo, para lo cual contaron con el expertise de dos ya famosos arquitectos jesuitas de origen italiano: Giovanni Andrea Bianchi y Giovanni Battista Prímoli, coautores de obras como la Catedral Metropolitana, Santo Domingo y San Ignacio.
Algunos hitos marcan su historia. Desde el atrio de esta iglesia, Santiago de Liniers lideró la contraofensiva en la Primera Invasión Inglesa. Aquí se casó el Padre de la Patria, José de San Martín, con María Remedios de Escalada; y también Bernardino Rivadavia con Juana del Pino, antes de llegar a presidente.
Otro arquitecto de renombre puso la cuchara en este emblemático templo. Se trata de Juan Antonio Buschiazzo, una de las figuras centrales de la restauración y el cuidado de nuestro patrimonio histórico edificado, autor de los proyectos de restauración del Cabildo, la Casa Histórica de Tucumán y de la apertura de la Avenida de Mayo, entre tantas otras.
Buschiazzo realizó, en 1894, el nuevo tímpano de la iglesia. Allí plasma el momento en que el General Manuel Belgrano, después de vencer a los españoles en la Batalla de Tucumán, entrega el bastón de mando y dos banderas capturadas a los realistas a la Virgen de la Merced, quien se convierte en patrona y generala del Ejército Argentino.
Días pasados, en esta suerte de scouting por los edificios para la serie de textos sobre Arquitectura y Música, fui a recorrerla y constatar lo que el arquitecto Luis Falduti, especialista en Espacios Litúrgicos, describe sobre ella: “La Basílica de la Merced tiene una particularidad. Es una iglesia oscura. Para apreciarla, uno tiene que sentarse y esperar que los ojos se le acomoden un rato. Entonces, uno empieza a ver las maravillas que hay en esas paredes, esos techos, esas imágenes que tiene, los pisos increíbles…”.
Así fue, en horas del mediodía, entré a la basílica en penumbra. Un cura recorría el pasillo central y con gran entusiasmo daba su homilía a unos veinte feligreses. Tal cual describe Falduti, los muros, los techos, los pisos empezaron a aparecer y hablar con sus imágenes llenas de belleza y significados.